28 oct 2010

La hora de la empanada

La hora de la empanada: todos los albañiles salen a la vereda. La mayoría las acompaña con pancito y Coca de litro en botella de vidrio, porque el sabor es distinto a la que viene en botella de plástico.

Las mujeres parecen botellas de Coca, canta El General, un tipo con voz de retardado rodeado de mujeres, en su videoclip, y seguro que también en la vida real, dado el caso que haya sabido administrar la plata recaudada con sus antiguos éxitos, lo cual parece improbable si lo juzgamos meramente por la voz; no importa, el asunto es que al escucharla querés morirte o arrojarle una botella de Coca Cola en la cabeza. La de vidrio, claro, aunque si tiene que ser de plástico al menos que esté llena.

A los albañiles no les hace ninguna falta que le canten que las mujeres parecen botellas de Coca, lo saben, ni tampoco que con las de antes, de vidrio, después de beberlas queda mejor sabor de boca que con las de ahora, de plástico; mujeres de vidrio y de plástico, esto es. De todos modos, los albañiles piropean a todas.

Cuando van a pasar por la vereda que está frente a una obra en construcción las mujeres, en especial las de plástico, levantan la nariz para activar el mecanismo que cierra las orejas, y cruzan la calle.

Ahora bien, lo que pasa es que al alzar la nariz también se alzan los ojos -esto en general es anatómicamente inevitable-, y justo enfrente a la obra hay un enorme cartel, allá arriba, que publicita un producto femenino. El problema es que la modelo que sostiene o está utilizando el producto no sólo es de plástico, sino que además es de un plástico inalcanzable. No importa cuánto se esfuerce la mujer que ha cruzado la calle: químico, bisturí, tereré con apio y esa bicicleta que no se va a ninguna parte. Todo es inútil, y ella lo sabe.

Al respingar la nariz, clausurando las orejas, ha dejado indefensa la mirada, permitiendo que la imposibilidad de llegar a ser como la usuaria del producto se impregnara en sus ojos bien abiertos, de modo que ahí la vemos caminando, con el culo y la nariz bien arriba, y la autoestima en sentido contrario, rápidamente acercándose a la vereda, a esa que está opuesta a la de la obra donde están comiendo esos puercos albañiles, dios la guarde, no sea que mientras se llevan a la boca la empanada y se les derrama una gota de aceite y un trozo de locote sobre la remera agujereada, comparen el órgano sexual de ella con el alimento que ingieren. Típico. Valle, sagua'a, pila, así murmurará ella según sea la edad que tenga. El único inconveniente es, como dijimos, que en este momento su vanidad acelera en picado como un avión que parece kamikaze, aunque en realidad se le ha apagado el motor, que es justamente el objetivo del anuncio: que toque fondo y se rompa en pedacitos, ya que la única manera de unirlos de vuelta será comprando el producto. Y eso que éste nunca es pegamento, literalmente, aunque eso hasta podría llegar a ser interesante. Por lo tanto, la mujer está a punto de decidir la compra, sintiéndose fea, y gorda, deprimente situación que la obliga a bajar automáticamente la cabeza con tristeza, sólo un poco, y ¡zas!, se le destapan las orejas y un coro de ángeles vulgares acude al rescate desde la vereda de enfrente: mamita, bombón, bebé y hasta referencias a tu empanada, mi amorrr, que ni el peor eufemismo te molesta, porque por dentro te hacen sonreír, aunque sin quitarte la cara de culo, claro, que eso es etiqueta. Lo cierto es que no corrés a comprar ese producto carísimo cuyo fabricante, entre otras cosas, ha gastado un dineral en hacerte sentir como la mierda, así que mejor usás la plata para hacerte un brushing y, de paso, le preguntás a la peluquera qué otro producto está mejor y más barato. Ella te recomienda uno que hace su comadre, artesanalmente, y que sí, viene en botella de vidrio, pero que no, no de Coca.

1 comentario:

  1. Me encanto! Aunque te cuento que el piropo de un albanil Nunca se ignora! Siempre se disfruta(claro q x dentro) aunque ni lo vayas a mirar, es toda una sana costumbre

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