28 oct 2010

En otro los otros del otro

A dos países los divide una avenida llamada Notentiendo. En cada sentido de ésta fluyen dos carrilles pavimentados, de pocos coches y, en el centro -tierra de nadie-, corre un paseo divisorio, angosto y poblado de medianos árboles de flores violetas. En invierno éstas sufren de vértigo y caen y cubren dicho suelo, sin nacionalidad, y en verdad os digo que da gusto caminar en una alfombra tan protocolar: no es que sea apátrida, soy el presidente del gobierno provisorio de un país utópico y paralelo, que se abstiene de caer bajo la sombra de dos naciones sin vergüenza. Allí, siguiendo las formalidades de mi administración, bailo desnudo como un signo. En sendas aceras, opuestas, los policías de un país me gritan ¡detente! en un idioma y en otro los otros del otro. No soportan la falta de jurisdicción territorial; a través de señas se ponen de acuerdo -por única vez se comprenden- y, a la cuenta de uno, dos, tres, disparan concomitantes y dos balas se unen en el centro exacto del corazón del presidente provisorio de mi país violeta, ahora un poco rojo.

(de Que de mi piel un robot haga origami, Nicolás Granada. Ediciones de la Ura. 2008)

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