El problema de volar es que desde arriba todo te parece pequeño.
Al verse pequeño, extendés el brazo y ese todo parece asequible con la mano.
Todo, con la mano.
Así que para vos volar nunca representó un superpoder, como sí para tu tío, adicto a la adrenalina de burlar la gravedad y, cuando eso sólo ya no fue suficiente, también la ley, pilotando entre las nubes transportando toneladas del polvo del que éstas fueron hechas, más o menos, según dice, por payaso.
Pero para vos no, volar no, nunca fue superpoder. Más bien te lo mostró.
Un radical cambio de perspectiva, el mismo que de súbito sintieron miles de parisinos cuando subieron a su recién construida torre, de ver todo lo que conocían tan chiquito, tanto que todo, extendiendo el brazo, fuera aparentemente asequible con la mano.
El superpoder real es ése: bajar de la torre, aterrizar el avión, acercarse a todo y, aún así, poder extender el brazo y que sea, con la mano, asequible.
Así que vendés repuestos.
Eso rinde, al parecer, porque de súbito comprás un montón de empresas.
Luego un partido.
Y obtenés el poder que hoy, 22 de agosto, por ley,
es por fin:
SUPERPODER.
Felicidades:
vencer la gravedad es una cosa,
hacer lo mismo contra la lógica que impone la pespectiva de la distancia,
otra.
22 ago 2013
3 may 2013
Sísifo lento y el corazón roto del millenial asunceno
Tus padres te confiesan
obligados que ellos compran los regalos de reyes magos, que como criminales se deslizan
en tu dormitorio durante la madrugada.
¿Te acordás del golpe seco de la desilusión infantil? ¿De
su patada quirúrgica en la sien?
No es que doliera el
hecho de que otra fantasía más acabara en el chiquero de la realidad, te pasaba
día de por medio, es parte de la vida, todo bien. Lo que extinguía las reservas
de stock de tu inocencia era la traición de los adultos que, entre otros
rituales al pedo, te incitaban a colocar una palangana con agua en el patio
para camellos extenuados de tanto repartir objetos no merecidos por el planeta.
Todo bola: quedabas como pelotudo, que era lo que dolía.
Te descuidás y por ahí hay gente que se vuelve adicta. Quizás
sea el punto de cuanto sigue.
A finales de los ochenta
alguien en Asunción lleva la situación descrita arriba a un grado de crueldad
difícil de calcular: un estadio de fútbol repleto, una masacre de miles de
inocentes. No hay dictador militar implicado y tampoco fusiles. No literalmente.
Un canal de televisión
(sólo había dos) organiza la venida de dos de los personajes más populares de
su programación: Alf y el Topo Gigio. Por un lado un alienígena enano que
descubre las maravillas de la familia y cultura gringa y, por el otro, un ratón
todavía más enano que vive con un hombre de edad, con quien interactúa siempre
antes de irse a la cama. Grandes modelos de rol, todos los niños televidentes
los tienen de ídolos.
Y de repente vienen a
Paraguay, a un agujero subtropical en el vórtice del remolino sudamericano.
Donde no viene nadie, por lo menos nadie de la cultura industrial occidental,
sea del cine, la televisión o la música. Por lo tanto es el evento del año: publicidad
hasta más no poder. Cuenta alguno que el canal inclusive llega a "doblar
el doblaje" para que Alf respondiese al padre de su familia anfitriona que
no, que no puede ayudar el fin de semana a limpiar el garage porque tiene que
viajar a Paraguay. De modo que no es extraño que el estadio de uno de los
clubes más importantes del país se llenara varias horas antes de la indicada
para el instante que, en ese entonces, apunta a ser el más glorioso de la
corta vida de muchos.
Pero no.
Para lo que en
realidad sucede ese día, el testimonio del usuario Siriuz en el foro paraguayo Radioso'o, el 23 de junio de 2006:
"¡Boludo, qué
crueldad! Fue a finales de los ochenta. Mi abuela nos había hecho el aguante,
se dispuso a llevar a tres niños (no mayores de 10 años) a la gran odisea de
identificar a un ratoncito de 10 cm. desde... ¡un estadio lleno de personas!
Bueno, al menos ése era el panorama. Salimos temprano, más o menos a las 9 am
(el evento empezaba a las 16) y al llegar al estadio nos dimos cuenta de que
iba a ser casi imposible ver al "Topo" debido que a las 10 am ya
estaba a la mitad el estadio; pero no importaba, el frenesí nos llevó a empujar
y patear gente hasta que, finalmente y con mucha dificultad, llegamos a unos 5
metros de la tarima principal. Esperamos ahí parados durante horas. Suerte la
abuela era un buen sponsor: algún que otro juguito con chipa le hicimos, hasta
que, finalmente y en medio del calor infernal, sube el Xuxo criollo a anunciar
la llegada de lo increíble: el Topo Gigio ya estaba allí y a punto de salir. Recuerdo
que le dije a mi hermana que ése era el mejor día de mi vida (ya que yo era
fanático del bicho y tenía todos sus casettes), cuando de pronto sale un
mastodonte de 2.14 metros, con mameluco azul (confeccionado al toque), una
remerita blanca mangas cortas (que dejaba ver que era un hombre de unos 30 años
debido a la exuberante vellosidad del antebrazo y la busarda de cervecero) y
una máscara enorme, tipo Disney, de lo que parecía ser un "marsupial de
orejas grandes", pero de rasgos indefinidos, pasando por Topo pero tirando
a Zarigüeya. Me acuerdo tan bien del sonido de los corazones rotos. Hubo
un momento de silencio cuando salió el bicho a escenas, pues éste salió
gritando y riendo y sin embargo los niños seguían esperando al "Topo
Gigio" con la mirada fija en el suelo del escenario, que es el lugar donde
se suponía iba a aparecer la "marioneta". Luego vino el llanto:
¡miles de niños frustrados! Sus sueños de ver al simpático ratoncito que salía
antes del noticiero ya no eran, en su lugar estaba este energúmeno que saltaba
y gritaba como un orco más en la tierra de Mordor. El único consuelo fue ver
por fin al increíble extraterrestre (come gatos) que salía a las 16 horas todos
los días (y todos capítulos repetidos) por la RPC canal 13. La única cagada es
que a ALF se le olvidó el idioma español y no emitió sonido alguno, sólo
saltaba y se sacudía como cuando se te suben esas hormigas rojas que pican y te
quitan granito. Cuando terminó el show recuerdo que con mi hermanos nos
arrastramos hasta el "Backstage" a saludar a nuestro ídolo máximo de
las tardes, ALF! (aparte de Zamed "el duende de arena"), cuando nos
encontramos con un montón de gente conocida, la gente del Mundo Fantástico de
TITO!, que en nuestra inmaculada inocencia pensamos fueron a saludar también al
simpático extraterrestre y, en eso, aparece ALF!, pero esta vez se lo notaba
más nervioso, ya no reía, sino se quejaba, ya en español, de lo mucho que le
picaba adentro. Al final resultó que el extraterreste había tenido que viajar
de urgencia a su planeta y le dejó "las perchas" a nuestro simpático
amigo "Cebollita" para que éste le hiciera el aguante. En fin, éste
es un pais generoso, ¿o no?"
+ Mundo Fantástico de
Tito era otro programa del canal, con el chileno Tito García de animador y
fabricante de botargas/disfraces. Cebollita era el payaso enano que le hacía de
asistente. Tito es hasta hoy considerado gran culpable de lo ocurrido. Sigue en
activo.
+ Véase también el
aporte ciudadano al periódico Abc Color en marzo del 2010: http://www.abc.com.py/especiales/dime-con-quien/con-alf-y-el-topo-giggio-84708.html
De esta manera una
generación entera de la clase media urbana aprende a ser estafada. Desde
chicos, como debe ser. Después viene la democracia y sigue la joda de los
disfraces mal confeccionados. En marzo de 1999 es asesinado el vicepresidente y,
entre otros colectivos sociales, salen a la calle cientos de esos mismos jóvenes
que una década antes estaban en el estadio del Club Olimpia, listos para defender
una nueva ilusión. Algunos mueren. Hoy muchos recuerdan la explosión del globo de
su expectativa apenas unos pocos meses después, recuerdan sentir el haber participado
de una gran farsa política, de las que abundan aquí. Farsa que se vuelve a
repetir en junio de 2012 con la masacre de campesinos y policías en Curuguaty y
el subsiguiente y apurado juicio político a través del cual el Congreso expulsa
al Presidente. Apenas un par de semanas previas a dicha masacre y juicio miles
de personas obligan a los congresistas a huir del parlamento, luego de que
éstos intentasen aprobar aumentos siderales para operadores electorales de sus
respectivos partidos políticos. En aquel momento alcanza auge el sentimiento de ciudadanía por parte de un hervidero de clase media urbana mayoritariamente joven, al igual que en otros países
(Indignados, Occupy, yosoy132…), y su ilusión es tremenda, quizás de cierto
modo -cuantitativo- parecida a la de aquel tiempo en que Alf y el Topo Gigio venían
a Paraguay.
Sólo que después viene otra cosa muy distinta.
Siempre termina
viniendo esa misma cosa, distinta, pero mi generación no aprende.
Aunque estoy diciendo
boludeces y no tiene que ver con generación alguna.
Paraguay iba a ser potencia, no tenía deuda, se
industrializaba, formaba a sus jóvenes, cada quien tenía un pedazo de tierra. Y
de repente se fue todo a la puta.
El disco rayado de lo
que se esperaba que fuera. Repetimos algo similar, a menor escala, cada diez
años o así.
Por eso quizás no sea
el infortunio el que se enamoró del Paraguay, ni tampoco al revés, porque aquí no
se juega a la desgracia a secas, sino a la ilusión y al desencanto, como un
korekoguá infinito, Sísifo lento, sin memoria de lo que sucede cada vez que
está por pisar su cima.
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